Comencemos por el principio. ¿Cómo empezó todo? ¿Cuántos años lleva en la música? Yo empecé con ocho años. Era un niño, y yo iba corriendo detrás de la banda de música de mi pueblo, Lopera, que era muy mala (ríe), malísima, como eran las bandas de música de los pueblos de hace 70 años. Siempre que oía yo la música iba corriendo a oírla. Allí ya me decían los músicos mayores que qué quería ser de mayor, y sin conocer lo que era eso, les decía que quería ser o militar, o director de música. Sin saber que luego llegaría a ser las dos cosas, militar y director de música. Al final se comprobó que fui las dos cosas, así hasta el final. Cuando tenía 18 años, ingresé en Valladolid en el ejército como voluntario. Ingresé en Valladolid porque el que era director de la banda de mi pueblo, marchó a un pueblo cercano a Valladolid, y él mismo me dijo que porqué no iba allí, para poder estudiar, ingresando además en la banda militar. Él mismo habló con el director de la banda militar para que me admitiera como educando. Allí seguí estudiando, yo ya tocaba el clarinete de la época de mi pueblo, y enseguida me hicieron cabo, y de ahí me fui animando, estudié armonía, composición con el director, Pedro Gil Lerín, y ahí es donde empezó todo. Posteriormente hubo vacantes de sargento, y me presenté con el clarinete, como las aprobé, me vine a Córdoba.
¿Qué recuerda de la Córdoba en la época en la que vivió? Como he dicho, después de aprobar las oposiciones a sargento, me vine a Córdoba, donde conocí a Pedro Gámez Laserna, y le tomé mucho cariño también. Y él que me quería mucho y me tenía mucho aprecio. Me decía “tu prometes” y me iba enseñando para que progresara. Así que aquí estuve de sargento músico con el clarinete, y al mismo tiempo iba estudiando mucho también. Me preparó muy bien, y él mismo me aconsejó que me fuera a Madrid “A ver si sale una vacante en Madrid”, me dijo con esas mismas palabras, ya que era difícil, pero yo podía pedir vacantes en cualquier sitio cuando las hubieran de clarinete. En Madrid fue muy difícil, pero cerca si que salieron ,así que salió una vacante en Toledo, y allí me fui con el clarinete. Allí pude estudiar, me metí enseguida en el conservatorio de Madrid, y con una preparación muy buena de Pedro Gámez, allí me vieron que yo debía prometer. Allí lo hice todo: desde primero de solfeo, a armonía, siete años de composición, las materias complementarias, el piano,… todo con sobresaliente, y eso era porque iba muy bien preparado. Me decían lo tribunales de exámenes “este promete, este promete”. Además iba a una academia para militares con Don Tomás Blanco, comandante director de la música de ingenieros, quien tenía también mucho interés conmigo y me quería muchísimo. No me perdía una para poder aprender. Iba a la academia y al conservatorio. Después cuando se hicieron oposiciones para Sargento Director, fui el único que aprobé de catorce o quince, cuando había veintitantas vacantes. Veintiocho días examinándonos… ¡Tiene tela!. Cuando aprobé me volví a Córdoba a hacer las prácticas con Pedro Gámez Laserna, donde viví en su casa durante seis meses, y éramos como una familia. Ya, mi primer destino como director fue Huelva.
¿Cuándo empezó a interesarle la música procesional? ¿Le animó alguien? Animarme, no, no,(ríe) aquí en Sevilla es que te cogen enseguida. La primera marcha que hice yo fue la Esperanza Macarena. Fue la primera Semana Santa que hice yo. La Semana Santa anterior la había hecho Pedro Gámez, así que entramos en Camapana con “Pasa la Virgen Macarena”. (silencio) al levantar la Virgen, me pasó algo que yo no sé explicar. Me pasó algo. Me vino una idea a la cabeza. (Silencio, le brillan los ojos) entonces empezamos a desfilar, y me vino a la cabeza: mi-sol-do-re-mi-do, la-sol-fa… (canta). Así que al entrar en la Calle Sierpes le dije al más antiguo de los brigadas, a Colmenero: quédese aquí dirigiendo la banda, que tengo que salir, que tengo una idea en la cabeza y no quiero que se me vaya esto. Así que siguió el entre la banda, y yo salí entre la gente, para estar un poco más desahogado, y lo escribí como pude de pie allí en un papel. Me alegré de haberlo hecho. No se… era como si me lo dictara la Virgen, me salía de un tirón, no llego a comprenderlo como sucedió esto, y muchas veces lo pienso ésto. Era la idea que yo tenía de la Esperanza Macarena. No lo se explicar, me vino la idea, me lo estaban dictando… estaba oyendo a la Macarena. Ya después lo armonicé, hice los papeles, la armonicé y gustó mucho, primero a los músicos y luego a la Hermandad. Fue todo un espectáculo el ensayo, con el coronel y muchísima tropa del regimiento de Soria 9 y la junta de gobierno de la Hermandad de la Macarena, en el cuartel del regimiento.
¿Alguna anécdota de su época como director? Anécdotas hay muchísimas. Hay una que en una procesión iban más de cien músicos, y los bombos iban dándole fuerte, y levantando la mano: bom, bom. Y al llegar al casino militar estaban allí los altos mandos, y seguían dándole así al bombo, y hubo que decirles que qué estaban haciendo: ¡qué estaban allí los generales y los coroneles! Que le iban a dar un bombazo. ¿Qué siente cada vez que se pone delante de una banda? Mucha alegría, mucha alegría. Desde que ya a los ocho añitos decía que quería se músico, director de música.
¿Qué cualidades, a su juicio, debe tener un buen director de banda? Ser Músico. Con todo lo que quiere decir eso, en todas las dimensiones. Lo mejor posible, porque hay directores que podían ser también sargentos instrumentistas. Para ser director hay que saber mucho. Aquí hay muchos que son silbadores. El que es compositor, es compositor, y el que no lo es, no. Luego hay algunos que tocan la corneta o silban, y se lo arreglan otros. Esos no son compositores. ¿Y un músico instrumentista de banda? Hombre, pues sobre todo estudiar mucho el instrumentos que tengas asignado. ¿Y afición? Sí, afición, pero no solamente tener afición. Estudiar mucho, porque hay muchos que tienen afición y luego son muy perros, y se creen que lo van a arreglar todo con la simpatía. Además hay que nacer músico. Pero sobre todo estudiar mucho.
¿Cómo ha sido el proceso de creación de la marcha «María Santísima de la Esperanza»? Ha sido de las que yo he hecho más rápidas, que yo creía que era imposible hacerla en el tiempo que me disteis. En quince días. Es verdad que me dijisteis una marcha para una hermandad de Córdoba, y a la memoria de Pedro Gámez, y yo dije sin pensarlo que sí. Y la he hecho. La he hecho deprisa, aunque con cariño sobrante, porque era para lo que era, si no yo eso no se lo hubiera hecho a nadie. Con tan poco tiempo, porque era Gámez, si no, no lo hubiera hecho.
¿Qué relación guarda la marcha con Don Pedro Gámez Laserna, a cuya memoria está dedicada asimismo? Pues me ha salido una cosa muy buena, en muy rápida la inspiración. La relación con Gámez reside principalmente en el tema principal, tras la introducción de las cornetas, que tiene cuatro acordes en los primeros compases, que tienen tela. Los aprendí del Maestro. Cambio ahí de Do menor a Mi bemol mayor, a Fa, a La bemol mayor, Si bemol mayor, y eso no se le ocurre a nadie. Podían haber sido Do durante todo el tiempo, cualquiera lo hubiera hecho así. Hago unos cuantos acordes que eso no se le ocurre a todo el mundo. Es preciosa esa combinación de armonías, y no es frecuente. Eso provoca una explosión, que es ese pellizquito que te pega, y que es la gloria.
¿Qué impresión tuvo en Córdoba del homenaje al Maestro, y la posterior convivencia en la casa de hermandad con los músicos de la banda? ¡Hombre! Muy bien, muy bien. Una impresión muy buena de todos, y de los chicos de la banda. Además me alegro muchísimo que haya cantera, y que salgais vosotros tambien. Si habeis aprendido algo vosotros conmigo, pues me alegraría mucho tambien. Y no que no os hagais cosas que no sepais, que es l oque le pasa a todos los silbadores estos que no saben ni l oque es un acorde. Yo os aconsejo eso, que estudies mucho vuestro instrumentos, y luego armonía, y composición, y ver muchas partituras de buenos profesores. Y al componer modular mucho, que es donde está lagracia de la composición, son los colores de la música. La vuelta a Córdoba muy bien, y eso que no hubo mucho tiempo para ensayarla, tocarla juntos casi a primera vista. Nos echaron una manita desde arriba… será eso, porque vamos, tiene tela, una cosa así de esa envergadura, con todo ese público. Y lo bien que salió.
¿Considera que las cofradías valoran y aprecian el trabajo, esfuerzo y cariño que hay detrás de cada marcha? Hombre, siempre hay unos que sí y otros que no. Hay muchos que las valoran, y otros que no hacen ningún aprecio. Quizás los que no lo valoran es porque no sepan el trabajo que hay detrás de cada obra. Yo opino que una hermandad debe tener varias marchas, cuatro o cinco, ya que a unos le gustarán una, a otro otra…
¿De dónde nace la inspiración? Uy, uy, uy. Eso es muy difícil. Uno piensa un poquito, se pone a trabajar, y sale. Uno que no haya estudiado, los silbadores, eso no tiene mérito porque no lo ha hecho él.
¿Qué opinión le merece la marcha procesional que se compone ahora? Hay algunas que son malísimas, vamos para meter a alguno en la cárcel. A mi me vino uno que sólo tocaba la corneta, y no sabía lo que era una escala diatónica, y tenía una tarjeta que ponía “compositor”. Una tomadura de pelo, vamos.
Su compositor preferido del pasado y del presente es… como compositor para banda de música, el comandante Ricardo Dorado.
Su composición preferida es… eso es muy difícil. No puedo escoger, son como mis hijos. Eso que lo escoja el público. Yo quiero que toda mi obra sea buena, y que nadie pueda decirme que lo que escribo es malo, que eso pesa mucho para un autor.