Entrevista a D. José Juan Gámez Varo

gamez¿Recuerdas cuando y cómo comenzaste en la música? ¿Cuáles son tus recuerdos de pequeño? Claro, para mí eso es inolvidable. Yo empecé de oído, muy pequeño. Escuchaba desde fuera, porque no me dejaban entrar donde mi hermano y mi tío tenían las clases particulares, pero resulta que las lecciones del método de Eslava eran muy pegadizas, así que un día, de habérseme quedado, cantando en el patio, con las notas y todo( canta: do-mi-do-mi sol do, ríe.) me escuchó mi madre, que se le dijo a mi padre, y los reyes magos ese año me trajeron un violín pequeñito de juguete. Los juguetes antes eran más buenos, el violín era igual que los de verdad, sólo que tenía cuerdas de lata. Entonces corrí hasta casa de mi tío, que era violinista, y le cambió y le puso cuerdas de violín, y el violín se afinaba. De oído, aprendí el vals de la viuda alegre (Re-sol-la-si, re-sol-la-si…) Con 9 años tocaba el violín junto con el sacristán de Jódar, de dónde era mi familia (que estaba haciendo la mili) en mí casa.
Un día de San Pedro, cuando iba todo el mundo a felicitar a mi padre, imagínate, que mi madre estaba dos días antes haciendo roscos, la gente que pasaba por mi casa, la gente que iba, pues desgraciadamente para mí, fue un señor que era catalán, que se llamaba Antonio, y trabajaba cerca de San Cayetano, y que se ofreció para darme clase, y yo acepté, claro, tenía mucha ilusión, como un niño de 9 años que era. Fue la desgracia de mi vida. Al día siguiente me arregló mi madre, fui a su casa, en la calle Almanzor a dar la primera clase. Me dijo que “había que aprender a cogerlo bien el violín”, así que sin arco ni nada me puso de pie, con el violín, y me dijo tienes que verte el codo por debajo del violín. Cogió y se sentó con un reloj en la mano, y cuando llevaba un cuarto de hora, como si me hubiesen castigado, me dijo: “descansa, descansa, mañana seguimos”. Al día siguiente me dijo “a ver si ya lo tienes”, otra vez igual. Ya no volví más: mi madre me arreglaba, y yo me iba a jugar. Cuando mi padre se enteró, dijo que no me gustaría, y lo dejé.  También estuve en el conservatorio, y lo dejé.
Años después, ya con 16 años comencé otra vez cuando un primo mío que estuvo enfermo, y tocaba el bombardino, tuvo que dejarlo y cogió el violoncello. Le cogí el violín que tenía mi padre en un altillo, y mi primo y yo nos poníamos a tocar, hasta que un día al intentar leer un papel, había una nota de adorno. Le pregunté a mi padre que qué era aquello, y me dijo que si quería saberlo, que fuera al conservatorio, así que allí fui yo, donde además en verano daba clase de Solfeo con don Juan Antonio Chica, cruzando durante todo el Verano el Puente Romano a las 5 de la tarde. Mi profesor de violín, fue don Manuel Bustos, hasta que en 6º curso nos trasladaron a Sevilla.

¿Qué recuerdas de aquella Córdoba y de su Semana Santa cuando vivías aquí de pequeño? Desde muy pequeños yo y mis hermanos salíamos en el Cristo de la misericordia. Francisco Melguizo, Hermano Mayor, era muy amigo de mi padre. Salíamos tan pequeños él y yo que al principio no nos ponían ni capirote, nos ponían esclavina. El Cristo de la Misericordia fue mi vida cofrade en Córdoba. Desde llevar el incensario, hasta llevar el saco de carbón, y reñirme don Francisco Melguizo porque me iba a la cruz de guía a oír la banda que iba dirigiendo mi padre ese año. Luego ya con capirote, hasta el año 1957 que nos fuimos a Sevilla. Luego Francisco Melguizo se fue para Sevilla donde prosiguió la amistad con la familia.

¿Cómo empezó el interés por la música de procesión? Pues a lo largo de los 17 años que he estado en activo con la Banda Municipal de Sevilla. Cuando yo entré en la Banda, el director era don Pedro Braña, que había estudiado dirección de orquesta, e introducía una sección de cuerda en los conciertos de la banda, ya que no había orquesta en Sevilla. La primera parte de los conciertos de los domingos en el Teatro Lope de Vega era cuerda sola, y la segunda banda de música. Aprobé la plaza como violín, y luego doblaba en la calle con la caja, la cual aprendí para la ocasión. Posteriormente toqué también los timbales, y el saxofón soprano.
Además de ello, tenemos que tener en cuenta mi periodo cofrade de joven, y la influencia de mi padre, en mi casa.

¿Orquesta o banda? ¿Dónde te sientes más cómodo? Pues prefiero una orquesta, porque mi instrumento ha sido el violín en mi vida.


¿Qué cualidades cree que debe tener un buen director de banda? Pues son dos caminos: buen músico, buen compositor, y llevar bien el grupo humano de músicos. En éste aspecto debe tener dos cualidades, comprender a los músicos que tiene a su mando, y enseñar con profesionalidad.

¿Y un compositor? Lo más importante para un compositor, para una persona que quiera escribir es que tenga vena melódica, si no te viene una idea ¿Qué vas a escribir? La música es melodía y acompañamiento, si falla la melodía…

¿Y un músico instrumentista? Eso está clarísimo: trabajar y trabajar con el instrumento, y luego tener cualidad para ser músico. El conservatorio esta lleno de niños de padres frustrados, que no pudieron ser músicos, y el niño no vale ni quiere aquello ni queriendo. Por lo tanto es necesario tener cualidades y sentir la música como arte.

¿Cuál es tu opinión sobre la banda de la hermandad? ¿crees conveniente la existencia de bandas amateurs? Es una buena banda. ¿qué voy a decir? (rie) No, no, es buena. La verdad es que hoy hay un nivel muy grande en los conservatorios, con nivel de 3º o 4º de grado medio hay chavales que tocan estupendamente. Creo que es conveniente la existencia de bandas, orquestas, todo lo que sea música.

¿Cómo ha sido el proceso de creación de la marcha que has dedicado a “María Stma. de la Esperanza? ¿Guarda alguna relación con la hermandad, con las vivencias? La marcha que se está creando, es esperanza de gamezprimeramente un compromiso con vosotros: un agradecimiento por lo bien que os habéis portado con nosotros, en todo el tema de mi padre. La idea nace como agradecimiento. Luego, formalmente la marcha ha nacido con el tiempo, como he dicho antes, pensando una melodía, siempre teniendo en cuenta que como me habéis dicho, la queríais con cornetas. Hoy he entregado otra aquí en Córdoba (dedicada a la Hermandad del Huerto) que es sólo melodía y melodía de banda. La vuestra parte de la melodía la asumen las cornetas. En ella estoy trabajando, teniendo muy presente la estructura de la marcha de mi padre “Pasa la Virgen Macarena” de mi padre. 

Compositor de varias marchas para Córdoba: Hermandades de la Pasión, Merced, Dulce Nombre, autor de la marcha para la coronación de María Auxiliadora, y ahora para el Huerto y la Esperanza: ¿Hay alguna otra cofradía por la que sientas especial cariño y que quieras dedicarle una marcha? Claro que sí, pero no me he planteado hacerla. Sería dedicado al Cristo de la Misericordia, pero existe una marcha dedicada a esa advocación por mi padre, aunque en mi caso me refiera al de Córdoba, y mi padre a Jódar. Aún así el Cristo de la Misericordia de Córdoba es para mí muy especial, teníamos mi hermano y yo una gran devoción.

¿Consideras que las cofradías valoran y aprecian el trabajo, esfuerzo y cariño que hay detrás de casa marcha? Bueno. (Silencio, piensa). Yo no sé si las cofradías llegan a valorar todo el trabajo y esfuerzo. A mí me ha pasado una cosa, con una hermandad de Sevilla que es que me han llegado a pedir una segunda marcha cuando no interpretaban la que tenían compuesta por mí. Entonces…  depende. Depende mucho de los casos: cuando mi padre hizo “Cristo de la Buena Muerte” (Saeta Cordobesa) el hermano mayor era Don Emilio Luque, cirujano del hospital, muy amigo de mi padre, una personalidad. Hoy día te encuentras a veces cada hermano mayor, y son la cabeza de la cofradía…

¿De donde nace la inspiración? El compositor tiene que tener un sentido melódico. Cuando nacen ideas, se escriben, para luego trabajar, y echarle horas después. Nace una idea, y dices esto lo escribo. Con “María Auxiliadora Coronada” empecé a escribir el tema en una servilleta el mismo día que murió mi hermano.
En papeles tengo ahora mismo dos ideas de pasodobles. Ninguna marcha, (ríe)… Ahora mismo ando dándole vueltas como voy encajando la vuestra. Lo importante es que la inspiración llegue para ponerse a trabajar, como en los poetas.

¿Qué opinión merece la marcha procesional que se compone hoy día? Pues hay de todo. Unos buenos y otros malos; por ejemplo, admiro a Pedro Morales, que tiene una inspiración melódica privilegiada, perfecta. Particularmente veo a mi padre en su estructura. Sin embargo, luego hay otros, que no voy a decir el nombre, que los llaman “pellizquitos” que para mí no tienen ningún valor. Si copias de aquí y de allí: ¿dónde está el mérito de la composición? Luego también las rumbitas, y los flautines…  Hay de todo, bueno y malo, de todo.  Un coronel del ejército estuvo explicando en Sevilla los diferentes tipos de marchas, y cuando llegó a la “marcha regular” dijo que era la que llevaban el tiempo de desfile de los regulares, y yo pensé que “Marcha regular” es la que no es buena, como hay muchas. (Rie)

Su compositor y composición preferida es… Como violinista, mi preferido es Vivaldi, que puedes ir desde lo más sencillo, para aprender a tocar el violín, al virtuosismo. En música de procesión, obviamente mi padre es mi preferido, y entre sus composiciones “Pasa la Virgen Macarena”.

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